Dec. 31, 2017

El 2017 en FACTORES+ ...

Lo más destacado del 2017 en nuestro blog FACTORES + , en el cual recibimos más de 69.000 visitas.

Dec. 14, 2017

Hacia el 2018: las bases llenas y el rancho ardiendo

Para describir nuestra caótica campaña política (que en pocas horas entrará en una misericordiosa pausa) se han utilizado diversas metáforas deportivas: la carrera de caballos, el fútbol, el ciclismo, el boxeo... Dudo mucho, sin embargo, que alguien haya pensado en compararla con un particular deporte: el beisbol.

Podría ser simplemente una afición muy personal (hace algunos años participé en la restauración de las transmisiones de la Serie Mundial por televisión nacional), pero creo que este deporte es el que se asimila más a la carrera electoral que hoy afrontamos. No sólo suelen resultar las cosas muy diferentes de lo calculado, sino que la menor situación cambia todo el panorama con pasmosa rapidez.

El partido está muy complicado: perdiendo por varias carreras en la última entrada; y ahora, con las bases llenas. La afición está enojada, angustiadaconfundida; el desempeño de la línea ofensiva ha sido paupérrimo, y casi nadie cree que los corredores que ahora ven en las bases sean los mejores para semejante situación.

En tercera base se encuentra Juan Diego Castro (PIN). La verdad es que nadie se explica qué está haciendo allí. Aunque todos reconocen que es un legítimo bateador, no es un corredor brillante y es desastroso en defensa, de modo que debió haber sido un out fácil. Pero se embasó gracias a los errores de sus adversarios, y alcanzó la antesala robándose una base (la base figuerista del PLN). Ahora, en esa posición, es fácil imaginar que con cualquier jugada podría anotar... pero gracias a su desmedida afición por causar pelea, podría acabar expulsado del juego sin conseguir la ansiada carrera. Además... con esta carrera no se gana el partido.

El inquilino de la segunda almohadilla es el veteranísimo Antonio Álvarez Desanti (PLN). Bateador de perfil muy derecho, al iniciar la temporada se le promovía como "la estrella del equipo", con todo y contratos millonarios. Sin embargo, a través de su extensa trayectoria siempre ha andado por debajo de sus propias expectativas, y ahora no es la excepción. Ni siquiera teniendo conteo favorable consiguió un contacto sólido; la afición le rechifla en vez de aplaudirle (algo que lo mortifica visiblemente), y a pesar de sus promesas, casi nadie lo cree la persona ideal para limpiar las bases.

En la primera base aparece Rodolfo Hernández (el "Doctorcito", PRSC). Es un bateador ambidextro, pero esto más bien confunde a la afición, pues ya se ha visto que en cualquier momento se cambia de lado o hasta deja botado el partido. Como corredor ha demostrado una desesperante lentitud, y su coach de bateo no tiene la mejor reputación. Sin embargo, llegó a la inicial mediante una base por bolas, luego de que se ponchara Rodolfo Piza (PUSC).

Piza tuvo la gran oportunidad de convertirse en el héroe; pero bastaron tres lanzamientos para desarmarlo. Le hicieron daño las bolas rápidas del Cementazo, y no demostró capacidad de reacción ni logró realizar ajustes, probablemente porque iban muy pegadas al cuerpo. Al final se quedó con el bate al hombro y no realizó siquiera un swing. Primer out.

En la caja de bateo se encuentra Carlos Alvarado (PAC), un novato que batea a la zurda, aunque no jala tanto la pelota como su suplente Edgardo Araya (FA). Claro está, mucha afición habría preferido tener en este momento a un jonronero de antaño como Ottón Solís, pero nadie logró persuadirlo de que saliese del retiro, ni siquiera para entrar de emergente. Y el novato, apenas unas semanas después de mofarse públicamente de Solís, tuvo que incluirlo en su cuerpo técnico para ver si subía el nivel. ¡Pero nada! Carlos se encuentra ya "en el hoyo": lleva dos strikes y no tiene bolas.

En el círculo de espera: Fabricio Alvarado (PRN). Hasta hace pocos días, y a pesar de mostrar buenos números, había una gran resistencia a incluirlo en la alineación. Sin embargo, un vasto sector de la afición se hizo sentir hace dos fines de semana, y esta circunstancia indudablemente le levantó el perfil, al punto de que incluso la prensa más hostil empezó a brindarle espacio. Está todavía terminando su calentamiento, pero luce ágil y sobrio, y la potencia de su swing al lado derecho mantiene intrigados a muchos aficionados, que lo vislumbran capaz de impulsar carreras o incluso volcar el juego. Claro está, también son muy nutridos los abucheos de otro grupo de coloridos fanáticos, pero estos van bajando de volumen, más preocupados de que su bateador favorito vaya a terminar en otro triste ponche, y ponga a Fabricio en el plato.

¿Y el resto de los jugadores? En banca... salvo uno: Otto Guevara (ML). El más veterano del cuadro se ponchó ridículamente hace varias entradas, pero se niega obstinadamente a dejar el campo de juego. La afición lo abuchea por unanimidad, y la Seguridad ya le vació el camerino por orden del umpire, antes de invitarlo a abandonar el recinto.

En todo caso, va a ser sumamente difícil que estos otros se acerquen siquiera a la caja de bateo, pues llegará primero el último out... o se anotará la carrera del triunfo.

Robert F. Beers

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Oct. 31, 2017

Un error para el terror

Quienes me conocen, saben que soy asiduo usuario del tren.

Empecé a utilizarlo, claro está, por razones prácticas: de los medios de transporte existentes en el corazón urbano del país, sólo el tren saca ventaja de las exiguas distancias que separan un poblado de otro, sin que estas se vean negadas por la insoportable congestión de las carreteras. Después de todo, la posibilidad de salir de San José a las 5 de la tarde y durar apenas 30 minutos para llegar a San Antonio de Belén no es nada despreciable para alguien que le da al tiempo su justo valor.

En breve comencé a descubrir, sin embargo, la curiosa fascinación de avanzar sobre rieles. Pude captar que el tren, en nuestro medio costarricense, posee la improbable connotación de ser una cápsula del tiempo, una conexión viva con nuestra historia. Uno se admira, por supuesto, de que los gobiernos del siglo 19 construyeran lo que los del 20 y 21 no son capaces de mantener o administrar… pero el asombro crece cuando se le ocurre a uno que quizás está sentado en el mismo vagón que trajo al abuelo desde Puntarenas.

También llegué a percatarme de que el ferrocarril es una experiencia peculiar, muy distante de la prosaica monotonía de un carro o del tortuoso vaivén de un autobús. El tren es a la vez progresista y nostálgico; tiene algo de romántico y algo de aventurero. Quien sube a un tren, sube a un “pequeño Universo” ruidoso y humeante, que parece respirar y agitarse con vida y personalidad propias.

Y un viajero frecuente, si sube siempre a la misma hora, acaba por acostumbrarse a ver ciertas caras. Hay algo de estabilidad y de constancia que no sucede en los automóviles, donde un conductor por lo general va solo, ni en los autobuses, impersonales y sofocantes, cuyo trayecto a empujones por las calles locales se hace aún más interminable si lo sazona el dudoso gusto musical del chofer.

Por eso impacta tanto el suceso de anoche en Santa Rosa de Santo Domingo (a pocos metros de donde sucedió hace 91 años la peor catástrofe ferroviaria de nuestra historia). Porque el torrente de heridos no es simplemente “una estadística” (parafraseando la sentencia de Kurt Tuchowski mal atribuida por algunos a Stalin). Es mucho más que eso: es la radiografía humana de nuestra sociedad. Es la masa de gente que, desesperada por el insoportable caos vial, opta por atiborrar estos geriátricos vagones y ganarse unos minutos más con su familia. Es el agotado operario que vuelve a casa; es la joven ejecutiva inmaculadamente vestida después de un arduo día; es la madre soltera que lleva a sus hijos a entrenar, o el oficinista agobiado que intenta dormir en un asiento. Y todos por igual, ensangrentados, contorsionándose del dolor, retirados en ambulancias o envueltos en vendas en medio de la oscuridad… mientras los demás viajeros, los que tuvimos la bendición de ir en otro viaje, sentimos cómo se nos encoge el alma y padecemos junto a los heridos y lesionados, pensando cuándo será nuestro turno.

Son muy relevantes, desde este punto de vista, las manifestaciones de la Presidenta del INCOFER. Nadie le discute que la venerable infraestructura lleva años cayéndose a pedazos—con la agravante desidia de ciertas agrupaciones políticas, más interesadas en fabricarle un negocio a algún amigote que en satisfacer el interés general—, pero no se puede culpar de todo a las vías herrumbradas, a la edad de los vagones o a la ausencia de GPS. Después de todo, eso es lo que hay, y con eso hay que trabajar. Pero hay un elemento clave que está siendo omitido: la intervención humana.

Digámoslo de una vez: si los trenes están operando en esas condiciones, es porque alguien tomó una decisión. Alguien decidió abandonar la infraestructura y dejarla herrumbrarse durante varios años. Alguien también decidió rescatarla y ponerla de nuevo en servicio, en procura de aliviar el infierno vehicular y ahorrarle a la nación unos cuantos barriles de petróleo. Alguien resolvió que con el equipo existente se podía ofrecer un servicio más frecuente. Y alguien más decidió avanzar cuando debió haberse detenido.

La lógica es implacable: la única explicación posible para que dos trenes atestados de gente circulen en direcciones opuestas en una misma vía es… ¡el error humano! ¿Para qué más explicaciones? ¿Para qué “zafar la tabla” y evadir responsabilidades? En este caso, bastó con un error para el terror, y sólo por gracia de Dios no estamos lamentando consecuencias más graves. Pero, al igual que con el percance sucedido en abril de 2016, no podemos dejar pasar la advertencia.

Podríamos seguir “tirándole los muertos” al INCOFER, acaso para beneficio político de algún buitre “presidenciable”. Pero creo más importante echar mano de la circunstancia y aprender nuestra propia lección. Acabamos de decir que el tren es un “pequeño universo”, y como tal refleja el “gran Universo” de nuestro país; de modo que bien podemos vernos en el espejo de lo sucedido y reflexionar en esa radiografía social que nos está siendo mostrada. ¿Le seguimos echando la culpa al sistema político, a la poca calidad de nuestros representantes, a la envejecida infraestructura, al "Cementazo", al Estado o a todo el mundo, o empezamos de una buena vez a tomar decisiones basadas en nuestros valores y principios? En pocas semanas tendremos la palabra.

Robert F. Beers

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Oct. 16, 2017

"Nate": la tormenta que apretó la pasta

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Sep. 21, 2017

Fuerza, México... Costa Rica entera está con ustedes

Frente a los desastres sísmicos que han azotado a México, la gran nación de puertas abiertas para tantos costarricenses, la solidaridad y el apoyo incondicional de un país hermano. Muchas veces hemos reído juntos, y hoy lloramos juntos. ¡Fuerza, México!