Mar. 19, 2021

Los "Partidos Prepago"

En un país que parece más atento a los lamentos de Celso Borges que a las acusaciones de Celso Gamboa, y donde se comentan más las acciones de Keylor Navas que las inacciones de Emilia Navas, no es de sorprender que algunas situaciones inexplicables (o inaceptables) sean recibidas con total indiferencia, o incluso con normalidad. Entre la chismografía del delicado camerino de la Sele y los brutales aumentos en la gasolina, el aturdimiento colectivo nos pretende esconder la acusación contra las cabezas del primer gobierno PAC por el manejo “delictivo” (que en lenguas progres llaman “heroico”) de las finanzas públicas, o bien el último grito de la moda electoral: los “partidos prepago”.

Así como se escucha: en la Unidad salieron con el disparate de cobrar nada menos que ₡40 millones por el “derecho” de postularse como precandidato presidencial. Considerando que el PUSC lleva cuatro elecciones seguidas terminando en cuarto o quinto lugar y sin sobrepasar el 16% de los votos, pagar semejante “cuota” viene a ser como comprar un tiquete de primera clase en el “Titanic” sabiendo que va a naufragar.

Y para no ser menos que su viejo rival, Liberación también empezó a pedirles plata a los precandidatos. Al menos fueron un poco más “generosos”, pidiendo “sólo” ₡29 millones, lo que quiere decir que nada más hay que pegarse el segundo premio de la Lotería Nacional para poderlo pagar (o que Keylor, Celso y Bryan podrían reunir ese dinero si ganan el famoso juicio).

Lo más grave de todo, sin embargo, es que haya gente pretendiendo justificar estos cobros—y partidos acariciando la idea de seguir estos ejemplos—como una “muestra de seriedad” de las aspiraciones. Pareciera que lo mismo aplica para la distribución de candidaturas a los escaños legislativos. ¿Será que las agrupaciones políticas no entienden las consecuencias de este tipo de actos, o más bien que las entienden a la perfección?

Para darles el beneficio de la duda, diremos que no las entienden, y las explicaremos en pocas líneas: lo que hacen estos “partidos prepago” es simplemente ponerle precio a la democracia. Bajo la máscara de “costear los procesos internos” que se requieren por la mera existencia de las candidaturas (y del partido), lo que hacen en la práctica es decirnos que no tienen la menor intención de atender el reclamo de la ciudadanía y tampoco pondrán en sus papeletas a las mejores personas, sino únicamente a los que les sobren ambiciones, tiempo y plata.

Ese nivel de elitismo político no sólo atenta contra la naturaleza misma de la República, sino que representa un “incentivo perverso” para corromper de entrada el funcionamiento de cualquier sistema político. Los candidatos a la Presidencia podrían entonces verse en el compromiso de promover como aspirantes a diputados o a otros cargos, no a las personas con atestados y competencias idóneas para el puesto, sino al amigo que le ayudó a resolver este u otros apuros económicos. Ese amigo, a su vez, quizá necesite también de otros amigos “generosos” que le faciliten los recursos a cambio de un nombramiento en un cargo de confianza, o de un acceso privilegiado al que quedó electo. ¿Necesitamos más explicaciones para comprender a fondo las terribles consecuencias? ¿No nos han bastado dos gobiernos PAC, y otros anteriores, para conocer lo nefasto del "amiguismo" en política?

En otras oportunidades hemos dicho, con plena convicción, que la República es un sistema basado en la “desconfianza” hacia el poder, especialmente cuando este se concentra en pocas manos. Los cobradores de los “partidos prepago” hacen precisamente esto: concentrar el poder, elitizar las decisiones políticas, y reducir el Estado a un mero pagador de favores de campaña. ¿Cuál debería ser la actitud de un partido cuyo interés genuino sea renovar la República? Hacer exactamente lo contrario: ofrecer los asientos a ciudadanos de probidad intachable, atestados idóneos, con arraigo y aceptación en las distintas regiones de la provincia o país, y entusiasmar a la ciudadanía para que sea ella—en lugar de las cuentas bancarias y los manipuladores profesionales—la que genere el ímpetu electoral y financiero para poner a nuestra nación de nuevo en el camino de la grandeza. Los “partidos prepago” se descalifican solos, y cualquiera que siga esa ruta, está condenando a la República a una lenta agonía.

Robert F. Beers

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