Sep. 3, 2020

¿Podría surgir un "outsider" en nuestro país?

A pesar del nebuloso intento del PAC y el PLN (antaño su adversario y hoy su mascota) por valerse de la pandemia para alterar plazos electorales—con lo que parecen demostrar que ambos tienen mucho que perder si el proceso se desarrolla con normalidad—, la ciudadanía está ansiosa de todo lo contrario: terminar cuanto antes con el suplicio. Y por ende, muchos buscan ya, con rabiosa impaciencia, a un sucesor que lidere la patriótica tarea de recoger los destrozos, reestablecer el orden constitucional y reanudar la República.

Algunos insisten en hurgar dentro de los sarcófagos, y en “oxigenar” la política del Bicentenario con alguno de los precandidatos de 1993. Pero el espíritu de nuestra época, dentro y fuera de nuestras fronteras, ha sido lo opuesto: un rotundo y violento rechazo a los políticos “de carrera”, y las ansias crecientes de que aparezca un “outsider” (“advenedizo”), es decir, un personaje de otra generación, cuyo reconocimiento y liderazgo no se hayan gestado en lo tradicionalmente “político”, sino en otras áreas con poca o ninguna relación con lo electoral.

El fenómeno del “outsider” ha surgido con fuerza en todas las corrientes ideológicas, tanto en América como en Europa. Desde la sorpresiva victoria de Alberto Fujimori en las elecciones peruanas de 1990, pasando por personajes como el ecuatoriano Rafael Correa, los salvadoreños Elías Saca y Mauricio Funes, el italiano Beppe Grillo, e incluso figuras estadounidenses como Jesse Ventura y Arnold Schwarzenegger, hasta llegar al mismísimo Donald Trump, no se trata de “políticos profesionales”, sino de personajes venidos desde fuera, casi siempre estructurando un partido o movimiento con identidad propia (rara vez se puede encontrar un “outsider” como aspirante de un partido “tradicional”, salvo en el marcado bipartidismo estadounidense, donde Schwarzenegger y Trump fueron elevados por el histórico Partido Republicano).

En Costa Rica, sin embargo, el panorama ha sido un tanto distinto, dado que numerosos políticos han querido presentarse ante el electorado como “outsiders” sin serlo realmente. Tuvimos, por ejemplo, a Ottón Solís—ex Ministro y ex diputado del PLN—fundando al PAC y buscando capitalizar electoralmente un clima de enojo ciudadano contra los “políticos profesionales”. La pose de “outsider” la heredó Luis Guillermo Solís, quien se vendió como un “humilde académico” y tuvo buen cuidado de no mencionar su íntima amistad con los Figueres ni los altos cargos que ocupó en la estructura del PLN antes de pasarse al PAC. A inicios de la última campaña, era Juan Diego Castro el que intentaba posicionarse como el “outsider” áspero y rebelde por antonomasia, ostentando su trayectoria como litigante y “alquilando” la modesta franquicia electoral del PIN, pero omitiendo sus puestos de Ministro y visibles participaciones en campañas internas del PLN. Quiso hacerlo también el Dr. Rodolfo Hernández, pero ya con una fallida candidatura por el PUSC a cuestas. Por el contrario, quien mejor se aproximó al perfil fue Fabricio Alvarado, cuyo reconocimiento como comunicador y artista lo catapultó primero a la Asamblea Legislativa y luego a la asombrosa victoria en la primera ronda presidencial de 2018.

¿Hay espacio para un “outsider” real en el panorama político actual? Es posible. En una República de base democrática, la ciudadanía tiene la última palabra; y si no prospera la intentona del PAC/PLN para “vetar” de la campaña política los temas que más abiertamente deberían debatirse de cara a la ciudadanía, esos debates podrían revelar insospechados protagonistas y deparar enormes sorpresas.

Ahora bien, del “menú” de aspirantes reales o aparentes de este momento, es difícil extraer un genuino “outsider”. Tendríamos que buscar una persona cuyo nombre no se haya forjado en espacios puramente políticos, y capaz de generar a su alrededor una corriente o movimiento con identidad propia, de modo que es muy poco probable que encontremos esto en las filas de los partidos “tradicionales”.

En el oficialista PAC, por ejemplo, es casi imposible: llevó a la Presidencia a la antítesis del “outsider”, un Carlos Alvarado cuya candidatura se gestó a la sombra de cargos políticos en los que no brilló, y sin haber sobresalido tampoco fuera de la política. El séquito semianónimo y elitista que lo acompaña tiene indudable interés en que cualquier eventual continuador salga de sus privilegiadas filas; y eso los decantaría por una figura política “de carrera”, al estilo de una Ana Helena Chacón (ex vicepresidenta, ex diputada) o un Román Macaya (ex precandidato, ex embajador y Presidente de la CCSS).

Su compañero de cuarto, el PLN, no muestra un panorama mejor. Sobra decir que los precandidatos de 1993 no califican como “outsiders” (lo que deja fuera, por ejemplo, a José Miguel Corrales o Rolando Araya), y definitivamente tampoco lo es nadie que lleve el apellido Figueres o Arias. Se aproximarían más al calificativo figuras como el abogado Fernando Zamora Castellanos o el politólogo Claudio Alpízar, especialmente este último que no ha ocupado los altos cargos a lo interno de la agrupación que sí ha ostentado Zamora. Sin embargo, las mismas características del PLN como estructura política le restan opciones a los hipotéticos “advenedizos”. Por otra parte, nadie que se precie realmente de serlo estaría militando en el partido más antiguo y tradicional de nuestro país.

En el PUSC, que también le ha “prestado” gabinete al PAC, hay tremenda carestía de figuras “candidateables”. Su excandidato Rodolfo Piza ya anduvo por numerosos puestos y por dos campañas presidenciales, y personajes como Pedro Muñoz y Pablo Heriberto Abarca apenas se han dado a conocer en la Asamblea Legislativa. Lo mismo podría decirse de Dragos Dolanescu, quien ahora intenta la creación de un partido político propio, pero gestado desde su curul en el Congreso; y del Alcalde de Cartago y Expresidente del Congreso, el veteranísimo Mario Redondo, quien tiene rato de liderar otra agrupación.

En el papel, podríamos pensar que los grupos más liberales tendrían más probabilidad de presentar una figura de este tipo. Sin embargo, las agrupaciones políticas de esta línea lucen jefeadas por políticos de variable pero indiscutible trayectoria previa: el ex Viceministro Eli Feinzaig con el Liberal Progresista, la ex diputada Natalia Díaz por Unidos Podemos, o el ex diputado y cinco veces candidato presidencial Otto Guevara al frente de la naciente Unión Liberal. Habrá que ver si de estas agrupaciones, aún dispersas, pudiese levantarse una figura distinta, quizás “reclutada” de otras esferas lejanas a la política.

Nueva República es una agrupación enteramente distinta. Es obvio que su figura más reconocida sigue siendo Fabricio Alvarado, el “outsider” del 2018; pero claramente, si decidiera aspirar de nuevo a la Presidencia (como lo dio entender en la profusa entrevista realizada por el Canal 8), la consolidación de su imagen política lo pone evidentemente en otra categoría. Sin embargo, en la misma entrevista afirmó varias veces que el partido no pretendía ser personalista y que más bien daría prioridad a proyectar nuevos liderazgos y depurar el aspecto programático (tareas urgentes ambas para consolidar al naciente partido). De sus palabras pareciera deducirse que hay alguna ebullición interna que él, lejos de ignorar, pareciera deseoso de estimular. Y sin duda necesita hacerlo, para evitar la “atomización” política frente a otros partidos que añoran pescar en el mismo estanque.

¿Verán los costarricenses más allá del panorama descrito? Con la ciudadanía angustiada e irritada, ¿se intentará retroceder al estilo viejo de la política que irónicamente nos condujo hasta aquí, o estarán maduros los tiempos para un “outsider” con la claridad intelectual y ética, y la entereza ejecutiva, para rectificar lo mucho que se ha perdido en estos pocos años? Quizás algunos lectores estén pensando ya en alguna persona de las mencionadas, o en otras que no lo fueron. En los próximos meses veremos sin duda aclararse muchos de los “nublados del día”.

 

Robert F. Beers

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