Sep. 8, 2019

Aburrirse es un privilegio

"Embrutece al pueblo, pero no lo aburras". Las devastadoras palabras de despedida del agonizante filósofo Petronio al emperador Nerón, en una de las más famosas escenas de la película "Quo Vadis", parecen haber cobrado renovada vida en esta decadente Roma que parece ser hoy nuestro país.

El aburrimiento lo puso en la palestra el ex entrenador de la Selección Nacional, Gustavo Matosas, para justificar su inoportuno abandono del cargo. Probablemente lo quiso plantear en términos del poco tiempo con que suele contar un DT de selección para trabajar con sus jugadores, en contraste con la mentalidad de entrenador de club, que los tiene diariamente a su disposición. Pero las palabras elegidas resultaron chocantes incluso en el medio deportivo internacional, atrayendo todo tipo de burlas y comentarios sardónicos. Por añadidura, puestas en el apremiante contexto económico y social que atraviesa nuestro país (y que lamentablemente, apenas parece estar empezando), las palabras de Matosas resultan irónicamente hirientes: recibir un enorme salario por un minúsculo trabajo es exactamente la situación en la que NO se encuentra la mayoría de los costarricenses, aficionados o no al fútbol.

Lo alarmante del caso es que Matosas, lejos de ser el causante del fenómeno, parece haber sufrido de un curioso contagio. Hace pocas semanas escuchábamos, con rabiosa incredulidad, al diputado Melvin Núñez de Restauración, manifestando su frustración (¿aburrimiento?) por los temas que se veía obligado a escuchar (no digamos estudiar) en los debates legislativos, a cambio de unos ingresos que nunca en su vida había percibido, pero que por alguna misteriosa razón ahora le resultan insuficientes.

Recordaremos también que, con visible modorra, el otrora fundador y candidato del PAC, Ottón Solís, preguntaba quién lo había señalado a él como referente nacional en materia de ética en la función pública. No podemos saber si lo acometió una súbita amnesia respecto de sus actuaciones y declaraciones públicas, artículos periodisticos y libros publicados durante los últimos 30 años, o si simplemente se aburrió de insistir con el tema al ser confrontado con la desvergüenza con la que ha procedido en el poder su tóxico partido. Sin embargo, y a similitud de Matosas y Núñez, pareciera haber una peculiar relación entre la tendencia a aburrirse y los altos ingresos económicos.

Podríamos enumerar muchos ejemplos parecidos, pero el punto medular es que no deja de ser irónico que, en el "país más feliz del mundo", el aburrimiento se esté convirtiendo en un símbolo de status social. Cuando el desempleo ha alcanzado el histórico nivel de 12%, la confianza del consumidor en el futuro de la economía se ha desplomado a su punto más bajo (28%), comienzan a registrarse los índices negativos que anuncian una recesión, y ahora hay que gastar más dinero para adquirir lo mismo gracias al frenesí de los nuevos impuestos, pareciera que las familias costarricenses no tienen tiempo para aburrirse. Hay que trabajar más para que la plata alcance... y no hay trabajo. Nadie sabe cómo va a enfrentar las cuotas de sus préstamos, o si va a poder comprar los víveres, o si le saldría mejor desistir de su emprendimiento, o pasar a sus niños a una educación pública donde el Gobierno está obsesionado con adoctrinarlos a base de ideologías que también parecen hijas del aburrimiento de unos pocos.

Para colmo, los dirigentes de nuestro Estado no solo parecen indiferentes ante estas necesidades, sino que lucen tan aburridos que se empeñan en incrementarlas. Hemos visto a nuestro Presidente hacer las veces de productor audiovisual, montando aislados espectáculos sin relación con el quehacer cotidiano de la ciudadanía, y empeñado más bien en privilegiar las demandas de grupos que (seguramente por obra del aburrimiento) exigen para sí mismos que sus caprichos y ocurrencias sean resueltos con carácter de "emergencia internacional", aunque se desatiendan la salud, la educación y el millón de compatriotas que viven en pobreza. O, parafraseando al cinematográfico Petronio, embruteciendo al pueblo y aburriéndolo al mismo tiempo.

Por si fuera poco, estas producciones nos intentan hacer ver un mundo de fantasía donde las palabras mágicas resuelven los problemas al instante, el Mandatario es el "superhéroe" ambiental, y la Primera Dama una fulgurante "líder global" con más estatura que Angela Merkel, bajo la velada "amenaza" de una sucesión dinástica donde sería ella la encargada de prolongarnos el aburrimiento desde Zapote por cuatro años más.

En este contexto, que personas con grandes ingresos se sientan "aburridas" al punto de no querer trabajar, o de olvidar su pasión por los temas que antaño los identificaban, es una forma casi insultante de expresar que, en el fondo, gozan del privilegio de aburrirse: un lujo que, en los tiempos de Petronio y Nerón, era casi exclusivo de los monarcas y sus cortes. Para todos los demás, los "ciudadanos de a pie" que decía un Ministro del anterior gabinete, existe otro estado de ánimo: la angustia.

Robert F. Beers

Síganos en Facebook: RBeersCR

Síganos en Twitter: RobertFBeersCR