Aug. 29, 2019

Cae la Confianza

Acaba de ser publicada la última encuesta para medir la "confianza del consumidor". En palabras sencillas, esta encuesta (que realiza cada tres meses la Escuela de Estadística de la UCR) intenta ser el "termómetro" para medir si las personas de carne y hueso ven el futuro económico general con optimismo o pesimismo.

El resultado, para sorpresa de nadie, es una sensible caída del optimismo. El puntaje de 28,2 iguala el más bajo de los últimos 17 años (por cierto, la otra oportunidad en que se registró esa misma cifra fue hace menos de un año, en noviembre de 2018). Curiosamente, ambas oportunidades coinciden, respectivamente, con la aprobación y la entrada en vigor del famoso plan fiscal (eufemísticamente llamado "Fortalecimiento de las Finanzas Públicas") impulsado por el oficialismo pero cuyo peso político llevó en realidad (a lo mejor por inopia) la fracción legislativa de Liberación Nacional.

Por supuesto, algunos comentaristas "especializados", quizá más comprometidos de la cuenta con el Gobierno de turno, andan de puntillas y omiten mencionar esta obviedad. Pero ni siquiera ellos pueden negar las más probables razones del pesimismo que demuestran los datos. Por un lado, el propio informe concluye que "los consumidores no están percibiendo medidas efectivas y de corto plazo que tiendan a reactivar la economía nacional". Por el otro (y esto es más sensible aún), las personas perciben que su propio poder adquisitivo está siendo cercenado pronunciadamente (por el orden del 40%, según una noticia publicada por El Financiero). No hay que ser economista para saber que la gente no puede comprar cuando no tiene dinero. Es exactamente la receta para desactivar, y no reactivar, una economía. Por añadidura, la expectativa de más impuestos y de encarecimiento del combustible, significaría una pérdida aún mayor, y por ende, profundizar la recesión.

En términos generales, el pesimismo ciudadano se incrementó significativamente en todos los índices medidos. Casi todos (cerca del 80%) creen que es un mal momento para invertir o adquirir bienes, y una mayoría espera que lo único que suba sea la gasolina, el dólar y las tasas de interés.

En ese contexto, es muy inquietante que el Gobierno (cuya irresponsabilidad ha sido la principal causante del déficit fiscal que sirvió de excusa para elevar los impuestos) no dé muestras de tener siquiera interés en tomar alguna medida o dar una señal. Por el contrario, lo que se percibe es que, como de costumbre, las prioridades presidenciales andan en lograr "pactos de no agresión" con sectores incómodos, para avanzar con la agenda de reingeniería social que pareciera ser su única obsesión, y en impulsar medidas de corte represivo (ej. "Ley del Odio", regulación de huelgas, persecución de noticias "falsas") para silenciar el malestar en lugar de atender sus causas.

En algún momento deberá percatarse de que seguir pasándole la factura a la ciudadanía es política, económica y socialmente insostenible. Y en lugar de actuar a la desesperada, dando la impresión de que se acecha a los costarricenses para arrancarles más y más recursos en cada esquina, tendría que darse cuenta de que ese dinero, en los bolsillos de la gente y de las empresas, es el que podría vigorizar la economía e (irónicamente) permitir al Estado una mejor recaudación. Esta reflexión tendría sin duda efectos mucho más visibles que proclamar con gran pompa un mes determinado como el "mes de la reactivación económica", como si mediante "palabras mágicas" pudiese resolverse el problema más agudo de la actualidad.

Robert F. Beers

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